miércoles, enero 03, 2007

Cúmulo de propósitos ¿lo dejamos para la semana que viene?


No es que haya empezado el año mal, de hecho no lo podía haber empezado mejor, con trabajo. Poder decir esto, como oí por la calle a no se quien, es un lujo hoy en día y solo por eso ya me siento afortunada.

El problema es de salud, toses, mocos, fiebre, antibioticos , jarabe, analgésicos... Vamos que es imposible proponerse ir al gimnasio en este estado, o estar activa, o comer sano... lo único es que aún no he probado un cigarro en este año... Pero ese no era mi propósito... uhmmm!!!!

La Nochevieja la pasé con mis cuñados y sobrinos, algo atípica pero no por ello aburrida, ni mucho menos... aún siento las agujetas!!!!

Hicimos un par de rituales para atraer suerte, dinero, salud... Comimos, bebimos, e hice el mongolo todo lo que se puede delante de la cámara de la playstation.

Esta semana estoy de vacaciones, aburridas por mi catarro acompañado de la soledad, pues todos trabajan.

Aún así soy optimista y tengo muchas ilusiones puestas en este año. FELIZ 2007!

Vivir en paz



Hace unos 3 años el filósofo y conocido escritor Umberto Eco recordaba, al recibir el doctorado honoris causa por la Universidad Hebrea de Jerusalén, que en el trasiego del mundo actual las universidades son de los pocos lugares en los que es posible la comparación racional entre las diversas visiones del mundo. Esto es así porque en las universidades no sólo hay el silencio del estudio, sino también el diálogo de la contrastación de pareceres. "Nosotros -decía Eco-, la gente de la universidad, estamos llamados a librar, sin armas letales, una infinita batalla por el progreso del saber y de la compasión humana."

En este nuevo siglo la misión que compete a quienes se dedican a la universidad, y muy en particular a la filosofía, es, con seguridad, la de tratar de suturar las brechas que el positivismo todavía dominante ha causado en la comprensión que los seres humanos tenemos de nosotros mismos. El formidable desarrollo de las ciencias y la tecnología en los últimos siglos muestra de modo fehaciente la humana capacidad de progresar en la comprensión de los problemas y en la identificación de los medios para afrontarlos con éxito. Sin embargo, es preciso tener en cuenta que el desarrollo efectivo de las ciencias no lleva al acabamiento de los problemas mediante su definitiva solución, sino que más bien, por el contrario, en muchos campos conduce a la detección de nuevos problemas todavía más difíciles o más profundos que hasta ahora habían sido pasados por alto. En este sentido puede decirse que, conforme crece el saber, lo que sobre todo aumenta es el no saber, esto es, nuestra conciencia de las muchas cosas que todavía no sabemos ni entendemos.

Destacar la dimensión comunitaria de la búsqueda de la verdad acentúa el carácter social y público de la verdad, esto es, su objetividad, que trasciende las perspectivas subjetivas, localistas y particularizadas. El desarrollo tecnológico, los libros, las ciencias, las artes, la filosofía, las discusiones que impregnan de modo generalizado nuestro vivir no dejan lugar al escepticismo. El reconocimiento de que las divisiones entre los seres humanos singulares -y entre los pueblos-en gran medida son consecuencia de que cada uno está convencido de poseer en exclusiva la verdad, ayuda a entrever las vías para regenerar los espacios comunicativos. Se trata de articular enriquecedoramente lo nuevo con lo antiguo, de aunar unas generaciones con otras, de tender -como ha escrito Richard Rorty- puentes nuevos entre las tradiciones, las culturas y los saberes. Para ello es preciso llegar a forjar nuevas relaciones de comunicación entre las personas basadas en el amor a la verdad, en el respeto al pluralismo y en la aceptación de las limitaciones personales, las de cada uno y las de la propia colectividad, pero aunadas esas personas por una común convicción acerca del extraordinario valor creativo de su efectiva cooperación: ¡pensemos entre todos para poder vivir en paz!