Lo veo sobre la cama y, despacio dejo el umbral de la habitación, no me canso de admirarlo, de sentirlo infinitamente mio, luego, voy por algo de beber, me detengo en un escalón y pienso en esa felicidad que se pega en mi costado y parece que no puedo respirar porque un ahogo me aprieta el pecho y me duele, no deja de dolerme...
Cada día le quiero y le admiro más, cada vez es más difícil permanecer lejos de él. Suplico que nunca se apague esta sed.
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