jueves, septiembre 21, 2006

Lucha sin recompensa


Se me desgarra el alma. Doy un brinco al oir las voces de lamento de mi novio. No le ocurre nada "malo", simplemente no está pasando una situación laboral "tranquila" y para colmo se ha resfriado. Está agotado y... para que engañarnos, la confianza da asco.

El estómago se me revuelve y se me hace un nudo cuando el temor de que vuelva a hablar quejándose y malhumorado cruza por mi mente. Trato de ponerme en pie, de prestarle atención con la mejor de mis sonrisas, pero de nada sirve y vuelvo a perder mi equilibrio por el efecto del horrible balanceo que me provoca su "ensimimez". Lo intento nuevamente, consigo enderezarme y me quedo en pie, insegura, sin atreverme a dar un paso.

No conozco la respuesta a lo que el busca, pero estoy tan perdida y tan aturdida, que esta vez no me va a afectar. Debo seguir el camino que he iniciado y luchar por mi para poder llevar el peso de la relación y no hundirnos los dos como el Titanic. El es incapaz de advertir el trance por el que estoy pasando. Tampoco lo culpo, ni yo se lo he demostrado, ni la solución está en él. ¿Para que echar más leña al fuego?

Yo me siento como la niña de "El Clan del Oso Cavernario" de Jean M. Auel; debo seguir adelante sin alejarme del riachuelo. No estaré menos perdida junto al río que dentro de la selva, pero me sentiré mejor si tengo algo que seguir, y calmaré mi sed mientras esté cerca de él.

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